Una Fábula sin Conejos

Parecía haber desaparecido, sin ruido alguno, la sensación de vacío… Quedándose solo esos tres tristes tigres bailando en mi corazón. La mirada empalagosa con la que solía mirar mi vida hacía que, de alguna manera, careciera de sentido y, finalmente, siempre acababa preguntándome lo mismo una y otra vez.

No sé si será el hecho de que me gusta la filosofía desde que tengo uso de boca para chuparme el dedo, pero siempre llega un punto –si tienes suerte- en el que te encuentras en camiseta, con el rímel –normalmente- corrido, el pelo con una especie de complejo pseudo africano y alguna que otra vena demasiado marcada en la frente. Tú misma te tomas a broma; esbozas la sonrisa más falsa que pueda salir de tu boca hasta tener que fruncir los labios. Levantas la ceja derecha y con ella la mirada; es entonces, cuando empiezas a mantener una especie de conversación telepática con tu reflejo –una putada. Casi nunca contesta y, si lo hace, no suele darte la respuesta correcta-.

Esta es una sensación, la mayoría de veces, desesperada. Cuando un segundo parece un día y en un día pierdes todos tus segundos.

Apretando bien los ojos, consigues desengancharte de las voces del espejo, sin embargo, solo se abre una puerta en esa dichosita quebrada parte de algún lugar entre los resquicios de tu consciencia: Salir – y, a poder ser, cagando leches-.

Salir de ese es estado siempre requiere salir pero, lo que parece que nunca se cuenta, es lo que requiere salir para salir de ese estado que, básicamente, viene siendo comprar. Da igual lo que compres, pero la cuestión es consumir; una Diet Coke, un magazine, un pintauñas, unas plantitas para el balcón, unas mayas Stella McCartney para Adidas, un bolso Dolce o hacerte unos cuantos regalos Pantone en Vinçon. Para que nos entendamos en todas las jergas: Quemar el dineroFulirse la pastaJoderse la vida –en otros términos-.

La Economía según Jordi Labanda

La Economía según Jordi Labanda

<< ¿Entonces qué?>> te preguntas de nuevo <<¿Por qué nadie me explicó que no había vida después de la muerte de mi tarjeta de… Débito?>> Y, amigos míos, después de regar con lagrimitas todo lo que se te plantea alrededor, te das cuenta de que tu cuerpo serrano está vestido con un valor monetario más elevado del que tendría tu cabeza en ese preciso instante; te jode, sí, pero te das cuenta; y es que ese valor es cero.

Lo tienes todo o, por lo menos, ese todo que creías necesitar tener. Pero cuando te encuentras los paquetes delante de tus narices ya se te ha pasado. No sabes cómo meter la jodida vela Pantone de veinte euros dentro de ese enorme vacío que te acorrala. No sabes cómo recuperar esa plenitud espejada. Ahí está nuestro error. Dentro de un espejismo adquirido y, con él, su consecuente moraleja.

Esta entrada fue publicada el noviembre 5, 2011 a las 11:51 pm. Se guardó como ABOUT, INSPIRATIONS, POSTS, TRENDS y etiquetado como , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , . Añadir a marcadores el enlace permanente. Sigue todos los comentarios aquí gracias a la fuente RSS para esta entrada.

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