Los hombres, sus perros y las novelas de Irvine Welsh

Dice mi amiga que los hombres con perro o perra son muy de su perro o perra; es decir, que la perra o el perro es lo más. Estábamos ayer hablando de hombres –o alguna cosa que se les parece- y sí, eso soltó. De repente. Como quien no quiere la cosa. Yo escuchaba, calada por sílaba, lo que me decía. Las anécdotas que me contaba y, para variar, coincidirían con las mías –y seguramente con las de muchas otras, u otros ¡Ojo!-.

Resulta que una de esas noches de finales de los noventa, cuando el mundo se iba a acabar y todo ya se digitalizaba, salió de fiesta muy tranquilamente. Con su estilo así medio progre y sin querer –dice que no se dio cuenta- conoció a un chico muy majo. ¡Pues nada! Como gran parte de las que conocemos un chico muy majo, pues lo queremos seguir conociendo, y eso hizo –la misma noche-.

Cuando llegó a la casa de ese chico tan majo –que luego resultó ser un poco peladete– lo primero que recibió no fue un preliminar –como todos prometen y pocos hacen- pero, como a falta de pan, buenas son tortas, se encontró un perro ¡Qué digo un perro! ¡Un perraco!  -Uno de esos con la cabeza alargada que tienen los tíos que van con pantalones Adidas fruncidos al tobillo y la bandera española adornando la pantorrilla- Fue él quien se dedicó a lamerla de arriba abajo mientras el otro… Bueno… el otro se escaqueaba y punto.

A todo esto, mientras me lo explicaba, yo no paraba de fumar y por un minuto –como es normal a finales de 2011 con las predicciones para 2012- yo focalizaba mi atención en el pensamiento cíclico <<si no acaba ya, mi Marlboro se va a tomar por culo>> entonces la cosa se puso interesante. Se ve que el chiquillo –pobre…- le empezó a soltar cosas… De esas cosas que te suelta un hombre cuando no debe y que tu no quieres escuchar con el típico tonito espagueti western <<Este va a ser el mejor polvo que vas a echar en tu vida, nena>> a lo que mentalmente –porque si no se lía parda- contestas <<Ja, ja, ja, ja…>>. Es evidente que la cosa termino dadas las dotes interpretativas de la persona afectada en cuestión.

No a media noche pero sí a esa media noche que te lo parece cuando has salido de fiesta y te levantas de un sueño interrumpido por un bicholapa con el que te acuestas, a ella, que apenas podía dormirse, le entraron ganas de mear. Se incorporó un poco, pero entonces ya podía oírlo: La respiración del perraco en la puerta del bicholapa. Irse a mear era como una partida de ajedrez… Ella movía un dedo… El perro se acercaba un paso. Total, que muerta de miedo por el peazo perro que avecinaba, acabó despertando al pelao’: <<Oye, que me da miedo tu perro, y quiero ir a mear>>  -después él le intentó retar a una partida pero, como era de esperar, la chica no movió ficha-. Que acabaron durmiendo.

Al despertarse, con otra mentalidad –y con el perro ya en la cama-, mi amiga quería desayunar. Se levantó, abrió armarios, desenterró basuras y busco neveras… Pero nada ¡Que el pelao’ no desayunaba! Entonces ella –ingenua- le dijo eso que nunca, jamás de los jamases, bajo ninguna circunstancia, debes decirle a alguien dentro de los parámetros de garrulo mental: << ¿Bajamos a desayunar?>>. Él, jugando con su perro, contestó muy tranquilamente que no, que él era muy espiritual y lo primero que hacía al levantarse era regar las plantas –con su perro el cara cono. Ya entusiasmada por ese ápice de luz que parecía abrirse en el horizonte que el chaval le estaba pintando, pidió que enseñase sus plantitas; algo así como <<Va no seas tonto ¡que me hace ilu!>> Pues joder con las plantitas… La llevó a una habitación, con mucha, mucha luz, a lo Mátrix, donde habrían unas treinta plantas de María, Jesusito y su padre también. Antes de que ninguna palabra cupiese en boca de nadie y cogiendo la regadora, lo tuvo que soltar: <<No es lo que parece…>>  y mi amiga, ya con cara de viñeta de Jordi Labanda, viendo como al pavo le costaba desprenderse del jodido perro y sus putas costumbres sacadas de alguna novela de Irvine Welsh, hecha polvo y bolso en mano, dijo –claramente con cara de asco- <<Mmm… No es… ¿María?>> Cogió la puerta y se fue.

Me quedarían, yo creo, que unos tres cigarros de quince. Pero valió la pena. Yo acabé riéndome mucho y diciendo a todo <<No, si ya>> y ella concluyendo que esas son experiencias que realmente, hay que vivir. Yo soy de la opinión que, si se pueden evitar, pues mejor que mejor. Pero parece que con las crisis las cosas no solo se llenan de miedo y gente que prefiere meterse bótox intravenosa antes que ceder a lo único que les queda: crecer; sino que también el asunto se va llenando de hombres aparentemente majos que cuando te han conseguido o te tienen, prefieren quedarse con sus perros –o perras-.

Esta entrada se publicó el noviembre 26, 2011 en 8:36 pm y se archivó dentro de TRENDS. Añadir a marcadores el enlace permanente. Sigue todos los comentarios aquí gracias a la fuente RSS para esta entrada.

Un pensamiento en “Los hombres, sus perros y las novelas de Irvine Welsh

  1. eres la caña jeje es tan real todo, una noche de mal sexo y sin desayuno no tiene precio jejeje y el perro pobre que tiene pinta a ser fumador pasivo de maria jeje
    si es que Disney nos tendría que indemnizar a todas, tanto rollo del principe azul y dónde están? si es que de besar ranas te salen aftas y los principes azules siguen sin aparecer… pero paciencia quizá aparece uno que no sea azul pero sea medio verde naranjoso y ya estará bien, un abrazo a ti y a tu amiga jeje 😉 saludos de oggi

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