Es increíble, sí. Esa forma tan humana de necesitar. Necesitar un nombre, una mamá, un apoyo. Necesitar una plenitud, unos estudios, un trabajo, un novio. Una compañía, un envoltorio, un estatus social. Necesitar tu La Perla y tus bragas hasta la cintura. Tu cigarro, tus collares y tu música. Necesitar –y punto-. Cuando algo necesitas, algo debes conseguir. Cuando algo consigues… Algo has conseguido. ¿Qué es entonces fruto de tus deseos entonces? ¿Algo más? No. Es algo que viene después es el sentido de la urgencia. El momento tirita, el momento algodón, el momento escozor, el momento vacío.
Los griegos necesitaron en su momento explicarse el porqué de todo acontecimiento que dignase rodearles y a eso le llamaron Dios. Delegaron el poder de su imaginación a un
producto de la misma y, queramos o no, nosotros seguimos siendo esos griegos que, aun no preguntándose porqué cae un rayo o porqué de repente sale el sol, se preguntan porqué al vecino del quinto le toca el gordo y nosotros tenemos cada vez el sofá más acolchadico por un ese cúmulo de facturas que se apiñan día a día en el pasotismo de la realidad al que nos vemos sometidos por la invención de nuestra propia fantasía.
Invierte tu vacío en tu mejor banco, tus mejores vestidos, tus mejor biquinis y tus mejores fiestas. Invierte tu vacío en organizar la mejor post party que puedas imaginar; invierte tu vacío en NU·NAME. Invierte tu vacío en tu propia realidad, aunque tengas que inventarla. Pero invierte tu vacío. Solo así podrás sentir la plenitud en el desierto emocional al que se
somete nuestra piel todos los días bajo la calidez congelada de la patéticamente cosmopolita Barcelona.
A esto se le llama exprimir nuestros derechos como seres humanos. Es utilizar la moda como excusa para hacerlo. Es reivindicar la identidad barcelonesa. Esto es el vacío en plenitud, la realidad sin aliño, esto es NU·NAME.
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